sábado, 24 de marzo de 2012

Del ¡Viva la Pepa! a cómo prostituir una constitución hasta los tuétanos




Queridos amigos:

                En una apoteosis de cinismo, hemos celebrado el bicentenario de “La Pepa”.  A la cabeza de esa manifestación se encontraba un pariente del Rey que se la cargó: Juan Carlos I, cuando la Institución de la que es el máximo representante está transida  del cáncer terminal que sufre toda España: la corrupción.

                Mientras que esta corrupción generalizada nos desangra en forma de impuestos y recortes del Estado de bienestar, nos vamos a la huelga general de la mano de unos sindicatos que han cobrado hasta por cada trabajador despedido en los famosos “eres”. Unos sindicatos mansos, mansos, con Zapatero, que miraban hacia otro lado mientras ponían las dos manos para recibir ingentes cantidades de dinero para vivir como dioses, mientras traicionaban una y otra vez a la clase trabajadora.

                La Justicia hace mucho que ha dejado de ser un cachondeo (Pedro Pacheco) para convertirse en la niña de exorcista: Los terroristas están en la calle, los avisamos a cuando los van a detener y  por si os parece poco, los metemos en las instituciones y los inflamos a dinero: ¡Quién fuera terrorista! Después del mayor atentado terrorista de España, en vez de custodiar todas y cada una de las pruebas que pudieran esclarecer los hechos bestiales del 11-M, se mandó destruirlas, llegando al plenario sólo un clavo oxidado.

                En esta sartén ardiendo estamos todos gritando. Los culpables acusan a diestro y siniestro de la tragedia a los que en poco o en nada nos hemos beneficiado nunca de nada: la inmensa mayoría. La inmensa mayoría deja que le roben sus derechos desacostumbrada a luchar: nunca entendieron que la Libertad es una conquista en la que siempre queda por librar la última batalla. Eso sí, manipulados por parte de los que activamente han contribuido a nuestro descalabro, nos vamos a la huelga general tutelados por la otra parte (acaban de aprobar unos servicios mínimos iguales a la huelga general anterior, para que no se diga).
                Abonados a la prostitución y con un gobierno (y una oposición)  empeñado en que la crisis la paguemos los sufridos trabajadores mientras ellos se hacen recortes cosméticos, malgastando, por norma, nuestro dinero en sus suntuosidades, estamos realmente perdidos. Las estructuras de poder de los partidos políticos les impiden velar por el bien común: son auténticos grupos de presión que luchan a muerte por sus intereses.

                Necesitamos que resucite Montesquieu, que se dicten leyes justas, que los jueces sean la boca que pronuncia las palabras de la Ley y que la ciudadanía deje de ser un rebaño de borregos manipulados para convertirse en Ciudadanos con mayúscula, independientes, libres y auténticos depositarios de la soberanía y del Poder.